Tengo que decir, ante todo, que tengo una relación muy especial con la música de Ryuichi Sakamoto. Lo conocí en su primera época con la Yellow Magic Orchestra, aquella banda de tecnopop de los locos años 80. Después me encandiló con su papel coprotagonista junto a Bowie y su música en "Feliz Navidad Mr. Lawrence".
Aunque cuando verdaderamente me enamoré de su música fue con la épica, maravillosa y oscarizada BSO de "El último emperador".
El otro día tuve la suerte de disfrutarlo en concierto en el Kursal, observando sus mágicas manos desde pocos metros y deleitándome con la dulzura de su piano. Un placer, vamos. Hay que reconocer que la primera parte del concierto fue complicada de asimililar, casi experimental, pero después fueron una sucesión de piezas magistrales que me hicieron volar con la imaginación y casi sentir lo que él seguramente sentía.
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