En lo malos momentos, cuando ya no puedes más lo mejor es sacar del fondo del cajón una gotas contenidas en un pequeño frasco de Esencia de Optimismo, derramarlas sobre el cuello y las muñecas y salir a pasear.
El sábado me puse la Ipod aprovechando una larga tregua de la lluvia, me compré el periódico y disfruté de varias cervezas heladas sentado frente al mar en la Playa de Ondarreta.
Es increible ese estado, casi catatónico, en el cual todo te da igual y la música la sientes como si te perteneciera, como si alguien la creara pensando exclusivamente en tí. Cuando llevaba la tercera cerveza qué decir, los Planetas, el mar, el cielo, las gaviotas y yo eramos uno solo. Y cuando estaba absolutamente al borde del orgasmo cerebral llamada del trabajo y aterrizaje forzoso en la puta realidad.
Pero bueno, esa hora al borde del mar me hizo ver que sigo vivo y que sigo sintiendo, que sigo siendo una persona con una capacidad infinita de amar y de vivir y que al final siempre sale el sol.
Por cierto muchas gracias por las llamadas de preocupación que he recibido, así todo es más fácil.
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