Son curiosas las sensaciones que me produce Donosti.
En primer lugar su belleza (cada vez me sorprende más que aquí viva gente que se niegue a compartirla). Esta mañana, cuando iba corriendo por la Kontxa me sentía como si ya hubiese vivido aquí antes. Me encanta el rumor del mar, la nostalgia de las nubes y cuando aparece el sol txacolí, el color de la ciudad.
No puedo dejar de pensar que este puede ser mi lugar, aunque ya se sabe quien nace nómada,...
Pero es que no me canso de pasear por Donosti. Me encanta la gente, desde los jarritxus obsesionados con que están oprimidos a los pijos que sólo piensan en su color de piel.
Me encanta el queso Idiazabal (para mí la mayor aportación de los vascos al Planeta) y odio el txacolí.
Pero sobre todo me gusta el mar. Desde que vivía en Mumbai no había disfrutado tanto con la sensación de vivir junto al mar. Perder la mirada más allá de la bahía, hasta sentir que no eres nada, sólo un accidente en la vida de los demás. Creo que ahora se me haría muy difícil volver a vivir en un sitio donde no tuviera el mar golpeando a mi puerta.
Bueno, hoy es viernes, mañana me visitan mis padres y empieza la Semana Grande en Donosti.
Alberti era un marinero en Tierra y yo me siento como un campesino en el mar...
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